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La almendra. Tradición y cultura de un cultivo singular

07-05-2025


La almendra. Tradición y cultura de un cultivo singular

En otoño de 2024, el equipo del Museo Escolar de Puçol empezó a plantear las exposiciones temporales para el año 2025. En esa lluvia de ideas se planteó realizar una que mostrase la etnografía del cultivo de la almendra. Un cultivo muy extendido por el Baix Vinalopó y el Alacantí, reflejado en el patrimonio arquitectónico, cultural y gastronómico.


El motivo de realizarla e inaugurarla a finales de febrero y marzo era aprovechar la floración del árbol, característica en la geografía mediterránea. Todo ello a pesar de que es en agosto, en pleno verano, cuando se hace la recogida del fruto. Junto al árbol en flor, escogimos piezas tan singulares como molinillos de mesa, sillas y tocones para partir la almendra, carros de trabajo, maquinaria para su pelado, así como fotografías y estudios realizados sobre el fruto. Este trabajo previo propició la opción de esta exposición, por su posibilidad, estética y muestra etnográfica. 


El cultivo de la almendra es originario de Asia central y se remonta a casi 4.000 años de antigüedad. Con posterioridad, romanos y fenicios extendieron su cultivo por la cuenca mediterránea. Ello ha propiciado numerosas variedades, siendo la conocida como Marcona autóctona de la provincia de Alicante. Su empleo en la elaboración de helados y turrones –estos con Denominación de Origen regulada-, confirma la fuerte carga histórica de este cultivo en nuestras tierras.


Son de indudable valor aquellas cajas de metal de tortas imperiales que perviven en nuestros hogares o las de madera de los turrones de Jijona, como es el caso expuesto de Especialidades Merche, cuyo embalaje se encuentra inserto en uno de los paneles infográficos de madera viva. Este material, que se repite a lo largo de la exposición, se ha utilizado deliberadamente para evocar una iconografía rural en torno a la almendra que envolviese todas las piezas dispuestas.


En este sentido, se decidió incorporar elementos fisionómicos del almendro -al margen del árbol en flor-, tanto en formato bidimensional a través de flores formando parte de la cartelería principal, de ornamentos entrelazados entre los textos o de frondosos campos en fotografías; así como tridimensionalmente, con grandes troncos cortados y utillaje asociado, destinados habitualmente para material combustible y biomasa. Al mismo tiempo, dejan entrever sus anillos, cuyas referencias revelan años de una actividad agraria y prácticas culturales de generaciones que reunían, incluso, a la familia. Es así cómo, en las casas más humildes, tras diferentes tratamientos y el vareado con la caña, la manera de procesar la almendra cosechada era de forma manual. Sin embargo, a mayor escala y con la mecanización, tuvieron una gran presencia los partiors, establecimientos donde se partían y comercializaban almendras. La marca Manolet almonds ejemplariza una explotación de almendra de cuatro generaciones que ha sobrevivido hasta nuestros días, cuya colaboración con este proyecto de investigación se evidencia en la cesión de algunas imágenes de sus instalaciones. 


El cultivo de la almendra en Elche tuvo su apogeo y mayor comercialización alrededor de la década de los setenta y principios de los ochenta, momento en el que llegó a ocupar 6.300 hectáreas en el término municipal. Este dato también se ha pretendido trasladar a través de escuetas cartografías a las planchas de madera, para indicar de un modo más tangible la magnitud que llegó a alcanzar la industria de la almendra. De la misma manera, se han ilustrado las elevaciones de aguas del río Segura construidas en las primeras décadas del siglo XX, las de Riegos El Progreso y Riegos de Levante, que permitieron regar con aguas dulces las tierras del Camp d’Elx. Ambas sociedades fueron decisivas para la reconfiguración del paisaje, al sustituir cultivos poco rentables y propiciar la extensión de otros.


La “guinda” de la muestra, es el espacio dedicado a la gastronomía local, con mención a muchos de los derivados de la almendra, en especial, al gusto de los paladares más golosos, ya que era fundamental en la repostería navideña -almendrados, tortas, peladillas, turrones, etc.- y en la elaboración de dulces para las celebraciones y festividades tradicionales de la sociedad ilicitana. Si nos referimos a un producto representativo de nuestro municipio, ese es la tortada de Elche, preparada esencialmente con almendra molida y otros ingredientes, tal como se ha recreado en la mesa de cocina exhibida. El penjoll, otro dulce típico de comuniones, santos y similares, lo podemos encontrar como pieza destacada de la zona urbana, en una fotografía de “Ramoncín”, hijo del reconocido fotógrafo Hermógenes Esquembre. Dicho planteamiento expositivo abre el espacio de temporales al resto de zonas del museo, de las cuales se han implicado también la del Bar Comercio con unas almendras fritas y el ala de la vida rural, que incluye maquinaria ligada al procesamiento de la almendra.


Es entonces cuando se advierte que el cultivo de la almendra y sus aprovechamientos estaba involucrada en cualquier esfera de la sociedad, actuando como un catalizador de la vida social.


Autores:


Elena Mora Cartagena, Responsable de didáctica del Museo Escolar de Puçol.


Francisco de Borja Rodríguez Valverde, Coordinador de la Casa-Museo de l’Hort dels Pontos.

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