06-01-2025
En el mobiliario de la vida tradicional, encontramos multitud de objetos, utensilios y enseres que nos informan y nos transmiten una amplia conjugación de usos. En la vida rural –y, en multitud de ocasiones, en la urbana-, compartían muchos usos y saberes sobre estos aparatos. Objetos, al fin y al cabo, que según el contexto de uso podrían utilizarse para unos fines, consiguiendo la versatilidad y las posibilidades que da el bien en sí. El objeto que hemos elegido es la mesa auxiliar, la mesa pequeña, o la conocida comúnmente como la mesa baja.
Se trata de una mesa que conocemos y utilizamos en el argot actual como velador, pero con una amplia versatilidad y diferente estructura. Una mesa donde la estética no era lo más importante, sino más bien su durabilidad, resistencia y usos. Esto debía ser así debido a su construcción liviana para moverla, así como su poca decoración por su uso cotidiano y descuidado. Los materiales constructivos eran económicos, como la madera de pino, y unos clavos para sujetar las piezas. Las terminaciones no eran perfectas, por lo que era común que los nervios y perfiles fueran sin acabados, y la pintura empleada era más bien escasa o con colores económicos.
Los usos eran muy amplios, como venimos explicando. Usualmente eran las mesas que estaban junto al hogar o cocina, para ayudar, junto a las pequeñas sillas encordadas, a la hora de preparar la comida, colocar las parrillas, o los cazos con el hollín en la base. Comúnmente no tenían tapete o mantel y los objetos se apoyaban en la madera superior, que quedaba llena de marcas, colores y olores. Particularidades que absorbía la madera, provocando que la mesa tuviera una historia viva y demostrable. Sin embargo, no era sólo para usos culinarios, sino también como mesilla de ayuda en el dormitorio, como mesita en la porchada para las labores de trenzado de fibras naturales, o incluso como apoyo para preparar la parrilla a la hora de asar carne. Su funcionalidad se puede extrapolar a muchos más usos que conocemos respecto al citado velador.
Su construcción se basaba en tableros de maderas longitudinales; su medida era de 60 cm de ancho y 90 cm de largo, aproximadamente, ya que eran tamaños hechas según necesidades y posibilidades con arreglo a los recursos. Estos tableros se unían con clavos a una crujía en la parte inferior; sobre esta crujía, salían los 4 pies de madera en forma oblicua, consiguiendo que la mesa fuera muy estable. A su vez, estas patas estaban unidas por listones transversales consiguiendo una rigidez a esta estructura de apoyo. Todo ello unido con clavos, tornillos y alguna resina o cola. Aspectos constructivos rudimentarios, pero con una gran calidad de solidez y ligereza por su tamaño.
La mesa que mostramos en la imagen es representativa de esta tipología. Concretamente, muy cercana a mi vida personal. Se elaboró en los años 50, en el campo de Guardamar del Segura -conocido como Campico de Guardamar-, para un uso versátil, pero necesario. En aquel momento, solo los adultos podían comer en la mesa en una sociedad agrícola, siendo el espacio de los niños para comer el terrazo. Es por ello, que el hermano mayor de seis hermanos elaboró con retales de madera la mesa que mostramos, para que sus hermanas pequeñas, de 5 y 8 años, no comiesen en el suelo. De esta forma, y junto a unas pequeñas sillas encordadas, podían comer de manera más cómoda. Eran, sin duda, unos años donde la percepción en la calidad de vida doméstica empezaba a estar presente en la concepción de la sociedad.
La mesa, tras los usos para comer y los citados de la vida cotidiana, en párrafos arriba, continuó con su uso décadas después, hasta bien entrado los años del 2010, donde los nietos de las citadas mujeres comían y jugaban en la sobremesa. Los nietos han crecido y la mesa ahora está presente en una porchada acristalada y como soporte de una planta con cesto de sucedáneo plástico de mimbre. Más de 70 años de vida donde se pueden ver el desgaste, los colores, la estructura y las manchas en el tablero. La historia de un mueble en continuo uso diario.
No sabemos si esta mesa, junto a todas las demás que se construyeron para tales fines, volverá a ser utilizada por su uso adaptable. Lo que sí queda claro es que tanto las costumbres, como las técnicas y materiales constructivos, han desaparecido de la sociedad actual. Muchas de estas mesas habrán sido y serán pasto de llamas, desmontadas para aprovechar alguna pieza o como vemos en la foto; o en el Museo Escolar de Puçol, siendo objeto de memoria por sus usos en la cotidianidad tradicional y diaria.
Autor: Francisco de Borja Rodríguez, Coordinador la Casa-Museo de l'Hort dels Pontos.