26-06-2024
A lo largo de la historia del arte se ha procurado representar con fidelidad la apariencia humana, mediante la elaboración de retratos que recogen la imagen y los rasgos fisionómicos esenciales de las personas. Desde las antiguas civilizaciones conocidas, hasta las sociedades más contemporáneas, se puede encontrar representaciones de imágenes de difuntos que pretenden conservar su imagen con diferentes fines.
En el antiguo Egipto los faraones se enterraban acompañados de un ajuar funerario y representaciones en los muros que narraban sus hazañas en vida, remarcando valores de grandeza y esplendor. La representación dotada de mayor realismo se solía reservar para la máscara mortuoria, que era colocada sobre el rostro del difunto con la intención de perpetuar la imagen idealizada con la que quería ser recordado.
En la antigua Roma, las maiorum imagines eran el resultado en cera de la impronta del rostro del fallecido, tomado directamente del natural con un material moldeable. Esta tradición nobiliaria se suele asociar con algún tipo de culto en la vivienda, aunque también hay quien defiende que su uso no fue religioso, sino social o político.
En lo sucesivo, hasta el desarrollo del proceso fotográfico, la pintura, y en concreto el retrato, fue un tipo de representación muy extendido entre las familias acomodadas, que veían en él una forma de perdurar en el tiempo y trascender más allá de la vida. Con los avances en la fotografía el retrato fue abaratando, tornándose accesible para muchas familias que no podían permitirse un encargo en pintura.
La fotografía, debido a su cualidad de instantaneidad, permitió realizar fotografías de difuntos – post mortem-, momentos antes del sepelio del cuerpo. Esta costumbre funeraria se practicó desde mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX. La finalidad de la misma era conservar el recuerdo del difunto, inmortalizándolo en una última imagen. Los fotógrafos especializados en este tipo de instantánea organizaban la puesta en escena, con una posición concreta del cuerpo y la colocación de la cámara en un punto de vista premeditado. En algunos casos los familiares aparecen rodeando al difunto, de manera que diese la sensación que este estaba durmiendo.
El Museo Escolar de Puçol alberga una colección de fotografías que, aunque puedan parecer inquietantes en la actualidad, tienen un importante valor antropológico al formar parte del abanico de costumbres funerarias que se practicaron hasta bien entrado el siglo XX. Esta muestra ejemplifica la diversidad de temas presentes en el archivo fotográfico del museo, que no es otra manera más de preservar la cultura local, esta vez a través de la imagen.
Autor: Borja Guilló, gestor cultural del Museo Escolar de Puçol.
Ilustración principal: Making death mask. George Grantham Bain Collection (Library of Congress, Prints and Photographs Division Washington, D.C.)