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La máquina de escribir a través del cine

29-11-2018


La máquina de escribir a través del cine

La máquina de escribir ha sido una herramienta indispensable en muchos trabajos y oficios a lo largo del siglo XX. En menor medida, pero no por ello menos importante, ha favorecido el desarrollo de la literatura, el periodismo, el teatro y el cine. Esta revolucionaria herramienta del siglo XIX ha evolucionado a lo largo del tiempo, prácticamente hasta la década de los 80 del siglo XX entrando paulatinamente en desuso con el asentamiento de los ordenadores.


Esta evolución de las máquinas de escribir es coetánea a la de la industria cinematográfica. Precisamente el cine, entre otras artes, a lo largo de su historia, muestra la evolución de las sociedades y se encarga de documentar y dar testimonio de un lugar y un momento concreto.  


La historia del cine ha sido testigo de la evolución de la máquina de escribir. Uno de los primeros modelos aparece en la película Tienda de locos (Reisnet, Charles 1941). Es Harpo, uno de los hermanos Marx, el que aparece “tecleando” en una Smith Premier nº4, un modelo de escritura no visible de la primera década del siglo XX. Es característico su doble teclado, uno para las mayúsculas y otro para las minúsculas. Estos primeros modelos estaban fabricados en hierro fundido con aberturas laterales para aligerar el peso, pero aun así eran muy pesadas y difíciles de trasportar.


En la película La lista de Schindler (Spielberg, Steven 1993) la máquina de escribir tiene un papel relevante. En una escena, Oskar Schindler y su contable, Itzak Stern, redactan una lista a máquina con los nombres de los empleados para su nueva factoría y que por tanto no acabarán en el campo de concentración de Auschwitz. La máquina utilizada para esta película es una Continental Modelo Standard de 1925. A diferencia de la anterior esta es de escritura visible, es decir, se puede leer lo que se va tecleando a medida que se escribe.  Otro avance de este y otros modelos coetáneos es el teclado único en el que un mecanismo accionado por una tecla permite alternar entre mayúsculas y minúsculas.


También forma parte del atrezo o utilería enfática, esencial para el desarrollo de la historia, de la película El resplandor (Kubrick, Stanley 1980). El protagonista, Jack Torrance, la utiliza para escribir una novela. La escena donde la máquina centra todo el protagonismo es en la que Wendy, mujer de Jack, descubre que dicha novela no es más que una enorme cantidad de folios en los que se repite la frase en inglés: all work and no play makes Jack a dull boy. La máquina de escribir que aparece es una Adler modelo Universal 39 del año 1968. Se aprecia su evolución estética, que se dará en la gran variedad de modelos que se desarrollaron en los años 60. En esta época redujeron su tamaño y su peso considerablemente, y una prueba de ello es que todas eran portátiles y tenían su maletín para trasportarlas. Esta reducción de peso fue posible gracias al uso de materiales más ligeros y diseños de máquinas menos robustas.


El artilugio favoreció la inclusión de la mujer al mundo laboral desde principios del siglo XX. En la película Figuras ocultas (Melfi, Theodore 2016) Katherine Johnson, matemática de la NASA, hace uso de una IBM Selectric de 1961, uno de los primeros modelos eléctricos comercializados. Estas máquinas eléctricas reemplazaron el tradicional carro por un mecanismo que se desplazaba a lo largo del papel, permitiendo la escritura, mientras un rodillo mantenía el papel fijo. Este mecanismo era conocido como bola de tipos, una especie de esfera con todo el abecedario que podía escribir incluso con varias tipografías.


La máquina de escribir se va convirtiendo en una herramienta obsoleta coincidiendo con la aparición de los primeros ordenadores personales y su éxito comercial en la década de los 70 del siglo XX. Estas primeras computadoras adaptaron muchos aspectos de las máquinas de escribir destacando la distribución de teclado QWERTY patentado en 1868 y que mantenemos hoy día en nuestros ordenadores, tablets y smartphones.


Autor: Borja Guilló, técnico del Museo Escolar.

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