Exposiciones

Els Blancs. Un diumenge per la vesprada al Camp d'Elx

Del 3 de junio al 12 de septiembre de 2021


En una época en que las distancias entre el campo y la ciudad se cubrían a pie o en carro, por caminos de tierra que permanecían embarrados gran parte del año, era extraño que la población rural se desplazase al casco urbano si no era por una urgencia médica, con motivo de alguna compra necesaria o por las fiestas patronales. Las tiendas y bares actuaban como centros de reunión de esta población dispersa, que pasaba la mayoría del tiempo trabajando en sus tierras o en sus casas.


Solo los domingos por la tarde se rompía esta rutina, era un momento reservado para el esparcimiento y la socialización, y era cuando se organizaban Els blancs. Estos eran una suerte    de fiesta casera, en los que personas de todas las edades encontraban un rato de diversión y en los que la gente joven se conocía y buscaba pareja.
Se solía celebrar siempre en el mismo lugar, normalmente el ensanche de un camino o en un sitio despejado que pudiera albergar el evento, y a ellos acudían las personas del vecindario. 
Había una persona encargada de organizarlo todo, al que se le llamaba el blanquero: avisaba a los músicos, buscaba y adquiría los animales que se daban de premio, montaba el tir al blanc, preparaba el puesto del cacahuero, bebidas, etc.


El nombre de estas reuniones sociales proviene del tiro al blanco, que era una de las actividades que tenían lugar en ellas. El tir al blanc consistía en un palo vertical, clavado en el suelo, y otro horizontal, atado al extremo superior del otro palo, en uno de cuyos extremos se colgaba un conejo. El juego consistía en acertar al animal colgado utilizando como proyectil una piedra. Los mozos, previo pago de 10 céntimos, tenían derecho a lanzar dos piedras, a una distancia de unos 8 metros. Si acertaban se llevaban el conejo o gallina que pendía del extremo del blanc.


Podía encontrarse también el antiquísimo juego del auca. Este consistía en una tabla de madera, con una serie de figuras representadas, a las que se apostaba. El auquero actuaba también como cacahuero. En su puesto se podían adquirir cartuchos de mezcla (cacahuetes, almendras, altramuces, etc.) de varios tamaños, 10 céntimos de peseta costaba un cartucho normal y con 20 céntimos te daban una bona cartuxá. Tenía, también, unas botellas de aguardiente, coñac y vino de moscatel que se servían en vasitos de licor. Una copa de licor solía costar 5 céntimos, la misma cantidad que cobraba por los rollitos de aguardiente.


Los corros de gente se formaban y cada cual se entretenía a su manera: los mozos probaban suerte en el blanc, intentando acertar una de las dos piedras que les correspondía lanzar; los mayores se sentaban a charlar; los músicos (guitarra, laúd y bandurria), comenzaban a tocar y salían las primeras parejas a bailar.


Se bailaba El ball del peu chafat: las parejas se situaban uno frente a otro, los brazos caídos junto al cuerpo, pero con cierto movimiento y se movían los pies rítmicamente sin moverse del sitio y en cuanto sonaba la copla se cambiaba de lugar.


Otros bailes típicos eran las jotas valencianas, acompañadas con castañuelas y canto, las mazurcas y los fandangos, y más tarde aparecieron los boleros, los pasodobles y otros estilos.


Todo era amateur, desde la organización hasta los músicos, que eran vecinos. Hacia las cuatro comenzaban a llegar los asistentes, y a la puesta de sol se retiraba todo el mundo, pues todavía no había luz eléctrica, después del único momento de ocio de toda la semana.

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