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La importancia del aceite de oliva ilicitano

22-09-2020


La importancia del aceite de oliva ilicitano

Si hablamos de paisaje ilicitano es inevitable no pensar en sus huertos de palmeras, símbolo de distinción del municipio. La palmera ha sido, a lo largo de los siglos, una fuente de materias primas para la sociedad local. Además de la recogida de los dátiles, su materia prima ha sido utilizada por los ilicitanos e ilicitanas para la construcción, para la producción de palma blanca, etc. Pero la flora y la vegetación ilicitana no termina en la palmera. Un árbol muy extendido en nuestro municipio y en gran parte de los territorios limítrofes del Mediterráneo es el olivo. En Elche, el olivo u olivera ha tenido un papel importante en la población. En torno al siglo XVIII, el olivo estaba muy extendido, distribuido en grandes campos alrededor del núcleo urbano. Estos árboles eran una fuente de recursos para la sociedad de la época, que supo aprovechar sus frutos para obtener el aceite. El volumen de olivos era considerable, pues Cavanilles, botánico del siglo XVIII, describió en 1791 las inmediaciones de Elche como un bosque dilatado de olivos[1], concretando más adelante la extensión de los mismos en treinta mil tahúllas […] (2227 ha) de tierra[2]. La gran superficie ocupada por los olivos, sumada al número de almazaras datadas en el siglo XVIII, cerca de 113[3], denotan el importante papel que jugaba este árbol mediterráneo en la economía de la villa.


El trabajo de los agricultores ha ido evolucionando con el paso de los siglos. Inmersos en el modo de vida tradicional anterior a la mecanización, los agricultores llevaban a cabo la recogida de la aceituna de manera manual. Entre noviembre y diciembre se recogía la oliva, tarea en la que participaba toda la familia. Por un lado, los hombres se ocupaban de varear los árboles, utilizando cañas para alcanzar las ramas más altas. Las mujeres, junto a los más pequeños y pequeñas de la casa, recogían la oliva del suelo o de las ramas más bajas. Una vez recogida toda la aceituna, era transportada en carro a la almazara.


En la almazara, la aceituna se pasaba por una cribadora. Esta herramienta estaba compuesta por una estructura de madera en pendiente y una malla metálica. Se dejaban caer las olivas por la malla y esta se encargaba de separar las olivas de hojas e insectos. A continuación, las aceitunas se esparcían sobre el molino de piedra, que era accionado por un animal de tiro. El molino chafaba las olivas extrayendo su jugo, que a través de unos canalones caía en una especie de pequeña balsa con agua. El jugo quedaba en la superficie, debido a que su densidad es mayor que la del agua. Se dejaba reposar el tiempo adecuado, para que los pequeños restos de aceituna que se habían filtrado se depositasen en el fondo de la balsa. Ahora solo quedaba extraer el aceite de oliva virgen que flotaba sobre el agua.


El resto de pasta que quedaba en el molino se recogía con una herramienta conocida como tiràs y se llevaba a una prensa. La pasta se introducía en un cofín, una especie de disco redondo de esparto, que a la hora del prensado hacía la función de colador. Se colocaban los cofines rellenos de pasta, uno sobre otro, y se accionaba la prensa. El poco jugo que quedaba en la pasta caía por un canalón a un recipiente, mientras que el resto de aquella se podía utilizar para abono o como alimento para los animales. A este aceite obtenido en esta segunda extracción se le conoce como “aceite de orujo”, un aceite de menor calidad que proviene de los residuos de la aceituna molida.


Los ilicitanos e ilicitanas siguen recogiendo sus olivas y llevándolas a las almazaras anualmente. A día de hoy, las almazaras en Elche se pueden contar con los dedos de una mano, pero son muchos los kilos de aceitunas que pasan por estas, gracias sobre todo al progreso en la mecanización.


En el pasado, la economía ilicitana tuvo una boyante industria alpargatera. A mediados del siglo XX, la introducción de los primeros plásticos supuso la evolución de la industria de la alpargata hacia la industria del calzado. Sin embargo, existió otra industria que cesó su actividad a finales del siglo XVIII. Hablamos de la industria jabonera ilicitana, cuyo producto, el jabón, era resultado de la mezcla de varias materias primas, entre ellas el aceite de oliva. En la elaboración del jabón, el aceite cumplía un papel importante, otorgando suavidad y un aroma fresco y agradable.


Además del sebo, se necesitaba otro componente para la fabricación de jabón: el hidróxido de sodio, conocido comúnmente como sosa cáustica. Para la obtención de este elemento existen varios procedimientos. Pero, durante los siglos que esta industria estuvo en activo, su obtención se llevó a cabo de manera tradicional, mediante la calcinación de plantas. En concreto, se utilizaban las plantas barrilleras que crecen en zonas donde el terreno es muy salado. En Elche, una de las zonas donde se quemaban estas plantas era la actualmente conocida como Vereda de Cendres. En los márgenes de este antiguo camino que cruzaba desde Bassars hasta Crevillent se quemaban estas plantas, para la obtención de la sosa cáustica de origen orgánico.


La industria jabonera contaba con siete calderas para jabón duro que fabricaban unas 9000 arrobas anuales [...] lo que supone unas 100 toneladas y dos calderas para jabón blando que producían 200 arrobas (entre 2200 y 2400 kilos)[4]. Estas cantidades reflejan la importancia del jabón y, por ende, del aceite de oliva en el territorio ilicitano


Autor: Borja Guilló, técnico del Museo Escolar.





[1] Lacarra, J.; Sánchez, X. y Jarque, F. (1997): Las Observaciones de Cavanilles. Doscientos años después, Valencia: Fundación Bancaja, vol. IV, p. 269.




[2] Ibidem, p. 270.




[3] Ibarra, P. (1895): Historia de Elche, Elche: Manuel Pastor Torres, p. 209.




[4] Ibidem, p. 209.



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