Del 18 de mayo al 17 de septiembre de 2023

“Cuando veo a los niños de hoy que se quejan, yo, que puedo comparar con lo que había antes…  Ellos no saben la diferencia que hay con entonces”.

La diferencia, lo distinta que es la vida y, en especial, la infancia, en el trascurso de apenas dos generaciones, es algo que llama la atención de quien ha vivido todos estos años, pero también de quien no los ha vivido y, por primera vez, se asoma a la ventana de un pasado cercano en el tiempo, pero a la vez remoto.

En esta exposición se reúnen los dos casos: el alumnado de los últimos cursos de primaria de este colegio ha entrevistado a sus abuelos y abuelas sobre cómo era su vida cuando tenían la edad que hoy tienen sus nietos/as. Han descubierto, con asombro, que la infancia no siempre ha sido como la que ellos/as conocen, al tiempo que sus mayores han compartido, de todo corazón, las alegrías y sinsabores de un tiempo en el que no se tenía nada material, pero en el que la vida se regía por un concepto que la hacía más llevadera: la humanidad. No es extraño que esta diferencia sorprenda también a los/as mayores. ¿Cómo podemos haber perdido algo tan precioso, la humanidad, para sustituirlo por algo tan pobre como lo material?

No tenemos una respuesta a esta pregunta, pero quizás las claves estén en las respuestas que estos/os abuelos/as dieron a dos preguntas formuladas por sus nietos/as:

¿Qué tienen los niños/as de hoy que no teníais vosotros/as?

“Mucha suerte, por haber nacido en un momento en que no les falta de nada”. Esta respuesta, quizás, es un buen resumen. La mayor parte de los testimonios recogidos destacaban la abundancia actual en comparación con la escasez que se vivió en aquellos años: “Yo no tenía de nada, ni un sofá para sentarme, solo había sillas. No había juguetes, ni tecnología, para comer teníamos muchísima menos variedad de la que tenéis ahora…”.

¿Qué teníais vosotros/as que no tienen los niños/as de hoy?

En este caso, tras una pausa de desconcierto e incredulidad, la mayoría de veces afloró una respuesta sorprendente: “Libertad”. Entendida como la capacidad de poder salir a la calle en pandilla y jugar hasta que se ponía el sol y, si era verano, hasta altas horas de la noche, sin temor a los peligros que hoy en día impiden este solaz a nuestra infancia, quien se refugia en un ocio basado en las nuevas tecnologías sin apenas salir de casa.

Esta exposición es el resultado del trabajo de investigación de nuestro alumnado, de una decena de conversaciones intergeneracionales, en las que la comunicación ha servido para que niños/as de entre 10 y 12 años puedan comparar su infancia con la de sus mayores y comprender que, efectivamente, tienen mucha suerte.