Exposiciones

Teclas y tinta. Las máquinas de escribir

Del 15 de noviembre de 2018 al 6 de enero de 2019


AMPLIADA HASTA EL 24 DE FEBRERO


Esta muestra cuenta, a través de los fondos del Museo Escolar de Pusol, la historia de las máquinas de escribir, esto es, la historia de una revolución. Los ejemplares presentados en esta exposición pertenecen a las primeras generaciones de máquinas de escribir.


La máquina de escribir es una idea que ha rondado la mente de los inventores desde el siglo XVII, conservándose diversos prototipos ingleses, franceses e italianos que presentan resultados desiguales en la tarea de “imprimir letras separadamente, progresivamente, tal como se hace en la escritura manual”. No fue hasta bien entrado el siglo XIX que se inventó la máquina de escribir tal como la conocemos hoy, aunque presentaba limitaciones sustanciales: solo utilizaba letras mayúsculas y no se podía leer lo que se estaba escribiendo.


Este modelo fue el Remington nº1, con patente del 23 de junio de 1868, desarrollado por un equipo de ingenieros que posteriormente se emanciparía de forma individual, fundando muchos de ellos sus propias empresas. Ninguna de ellas pudo rivalizar con la empresa matriz, Remington se convirtió en un auténtico gigante del negocio. Otras grandes compañías serían Underwood, Corona o la italiana Olivetti.


El vertiginoso crecimiento y auge de esta industria devino de la extensión del trabajo de oficinas, tenedurías y despachos desde mediados del siglo XIX. Poco después de la presentación de los primeros modelos de máquinas de escribir, su uso se fue popularizando, tanto en el ámbito laboral como en el privado, convirtiéndose en el instrumento de trabajo de periodistas, escritores, académicos, comerciantes, funcionarios, etc.


En principio, las máquinas de escribir eran grandes y pesados aparatos, concebidos para reposar sobre una mesa, pero a partir de 1922 se lanzaron modelos más pequeños que permitían transportarlos cómodamente dentro de maletines. Este nuevo concepto se extendió rápidamente, llegando a muchos hogares, y beneficiando el trabajo de los reporteros o los estudiantes, entre otros.


El correcto uso de la máquina de escribir para redactar documentos se estudiaba en escuelas especializadas bajo el nombre de mecanografía. Pronto se demandaron desde las empresas privadas y las administraciones públicas personas especializadas en este trabajo.


Esta nueva profesión consiguió, con el paso de los años, que la mujer se incorporase a la vida laboral dentro de las empresas, no como operaria en la fábrica, sino como mecanógrafa en las oficinas. Abriéndose así un nuevo campo de trabajo que sirvió como base para alcanzar sucesivas metas laborales para las mujeres.


En 1925 salieron a la venta las máquinas de escribir electrónicas, con un mecanismo accionado a motor que permitía escribir más rápidamente y con menos fatiga, además de diversas mejorías y nuevas prestaciones. Si bien la máquina convencional siguió siendo tremendamente popular, este nuevo concepto sería uno de los gérmenes del ordenador, que en la década del año 2000 desbancó definitivamente a la máquina de escribir.


La última fábrica especializada en la manufactura de máquinas de escribir cerró el 26 de abril de 2011 en la India. La marca británica Brother fabricó su último ejemplar de estas máquinas el 21 de noviembre de 2012, el cual se envió directamente al Museo de Ciencia de Londres, donde se conserva con más de doscientos modelos de máquinas de escribir.

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